477 años del desencuentro de dos mundos
El domingo se conmemoró los 477 años de la llegada de los españoles a Cajamarca, fecha que ha pasado casi desapercibida hoy que vivimos en un mundo globalizado y en donde las urgencias cotidianas no nos permiten un momento para la reflexión. Cajamarca desde entonces ha cambiado mucho, hoy es una ciudad que surge entre el turismo y las nuevas empresas mineras de su periferia. A continuación un breve recuento:
Firma de la Capitulación de Toledo
El 26 de julio de 1529 se firmó la Capitulación de Toledo, mediante la cual la corona española autoriza la conquista de las tierras descubiertas, por consiguiente, en Panamá se prepara la tercera expedición hacia el Perú. En setiembre arriban a la isla de Puná, para finalmente llegar en abril de 1532 a las costas de Tumbes.
Para Pizarro no era estratégico desde el punto de vista militar quedarse en el litoral, es por ello que decide ir en busca del Inca Atahualpa. El 15 de noviembre de 1532, el conquistador Francisco Pizarro llegó hasta la actual plaza de armas que, por entonces, era triangular. Allí esperó a Atahualpa, el último monarca de la dinastía inca, quien se encontraba reposando en los ahora llamados Baños del Inca.
EL DESENCUENTRO. Al día siguiente, Atahualpa hizo su ingreso a la plaza en medio de una multitud y un aparato ceremonial esplendoroso. Lo recibió el padre Vicente Valverde, quien le mostró una Biblia. Atahualpa arrojó el libro sagrado al suelo porque no entendía de qué se trataba y, entonces, los soldados españoles irrumpieron en la plaza infligiendo una aplastante derrota al ejército imperial que huyó despavorido ante la sorpresa que provocaron las armas de fuego y las caballerías.
EL JUZGAMIENTO. Atahualpa fue juzgado como hereje y condenado a morir ahorcado, aunque esa pena le fue conmutada por la del garrote. Atahualpa se dio cuenta de la ambición de los castellanos; en el cuarto donde estaba preso se empinó y estirando el brazo hacia arriba, le ofreció a Pizarro comprar su libertad llenando ese cuarto de oro y los dos contiguos de plata, hasta donde alcanzara su brazo.
Atahualpa pagó el rescate, pero de todos modos, murió bajo la pena del garrote cuando el sol entraba en el ocaso, y el imperio de los incas también. Como una sombría metáfora y una síntesis desesperada, al siguiente día empezaba una nueva historia: la del colonialismo español que duró 300 años. El Cuarto del Rescate es uno de los mayores atractivos cajamarquinos. Está cerca al Hospital de Belén, es un cuarto frío, severo, silencioso, que tiene 17 pies de ancho por 22 de largo, en impresionante coincidencia con el relato de los cronistas de la época.
EN LA ACTUALIDAD
La ciudad fue trazada sobre una planicie aunque hay algunas calles empinadas llenas de recuerdos coloniales. Las iglesias son asombrosas. La Catedral en la plaza de armas fue construída en el siglo XVII y muestra una fachada impresionante donde lo más notable es la sobriedad arquitectónica resaltada por la piedra de origen volcánico de que está hecha. Tiene cinco campanas en sus torres inconclusas, fundidas al comenzar el siglo XVIII; en las naves se pueden admirar las imágenes de la Virgen del Carmen, el Señor de la Buena Muerte y nuestros santos peruanos: Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres.
La Iglesia de San Francisco situada en la misma plaza “es esbelta y arrogante”, según calificativo del historiador Aurelio Miró Quesada. Fue construida en 1687 y vale la pena acercarse a admirar las imágenes de piedra y los ángeles con trompetas que adornan las hornacinas.
La Capilla de la Virgen de los Dolores es la que sugiere mayor devoción de los cajamarquinos quienes no se cansan de admirar a Jesucristo y los 12 Apóstoles tallados en piedra en alto relieve. También son dignas de visitarse la Iglesia de la Recoleta, la de San José y, sobre todo, la Iglesia de Belén, junto al colegio del mismo nombre, la cual ostenta hermoso frontispicio labrado, mientras al interior se lucen pétreos adornos pintados de rojo, amarillo, azul, una especie de incitante muestrario de policromías.
Es importante notar que muchas de estas iglesias tienen sus torres inconclusas. La tradición dice que no las terminaron porque era una manera de evadir el pago de impuestos al gobierno. Estos sólo eran pagados cuando se terminaban las obras, lo que indicaría que ya por entonces, habían nacido los evasores de impuestos
LA INGENERÍA INCA
BAÑOS DEL INCA. Un atractivo turístico de primera categoría lo constituyen los Baños del Inca. Ya indicamos que Pizarro llegó a la ciudad cuando Atahualpa se encontraba tomando sus baños medicinales en unas pozas donde se mezclaba el agua caliente sulfurada y el agua fría potable. El cronista Pedro Pizarro escribió que allí había “dos caños de agua caliente y uno de agua fría”. Los visitantes pueden bañarse en piscinas temperadas en un lugar apacible donde se ve cómo el agua hirviente brota del fondo de la tierra. En los Baños del Inca hay dos lugares conocidos como “El tragadero” y “Los perolitos”, donde se puede fácilmente cocer huevos.
LA CAMPIÑA. Cerca a estos baños, la campiña es espectacular. Las retamas de flores amarillas, los eucaliptos altos y olorosos, el cielo de azul intenso y nubes que parecen manadas de blancas ovejas distraídas, conforman paisajes dignos de un pintor naturalista del medioevo.
SANTA APOLONIA. En el cerro de Santa Apolonia se encuentra, la llamada “Silla del Inca” de gran interés turístico. Pero, además, se conserva la tradición de que de aquí parten subterráneos que atraviesan la ciudad. Hay quienes afirman que en las noches se escuchan ruidos en el fondo de la tierra como si se tratara de grandes batallas, choque de sables, estruendo de cañones. Lógicamente, es parte de la fantasia popular.
CUMBE MAYO. Sin embargo, más admirable es todavía el acueducto que nace en el cerro Cumbe, llamado el Cumbe-mayo a unos 20 kilómetros de la ciudad y a unos 3,600 metros sobre el nivel del mar. Representan trabajos hidráulicos que concitan la admiración de los científicos porque, además de estar labrados sobre la roca viva, no son rectos sino delineados en zigzag, con ángulos rectos, cuya finalidad habría sido amenguar la velocidad de las aguas. De esta manera, a pesar de que están bajando, se ve que discurren con mansedumbre. También la leyenda se extiende a este lugar lleno de petroglifos y litogrifos, cuando se afirma que de aquì parten caminos subterráneos que llegan hasta el Cusco.
VENTANILLAS DE OTUZCO. A unos cinco kilómetros de la ciudad se encuentran las famosas “Ventanillas de Otuzco” que conforman una gran necrópolis. Se trata de rectángulos horadados en la piedra que no eran sino tumbas pre-incas. El famoso historiador Julio C. Tello, en 1937, realizó expediciones especiales para estudiar estos importantes restos arqueológicos. Tello indicó que se tratarían de restos tiahuanacoides.
viernes, 20 de noviembre de 2009
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